Mi experiencia en el más allá

Creo que sería bueno sincerarme con ustedes, mis amigos.
“...Voy a contarles un secreto, algo así como las experiencias cristalizadotas de las que habla Howard Gardner cuando salen a flote nuestras inteligencias múltiples y se despierta el genio (tal vez no fue tan extrema), pero si muy cercana a una percepción extrasensorial, esa supuesta habilidad que nos permite viajar a una dimensión ajena a la que nos proporcionan los cinco sentidos, “tal vez un viaje al más allá…”.
Fue así: De repente, sin darme cuenta, casi de una manera aglutinadora como cuando mezclas el café con la leche, me fui quedando como abstraído del mundo de los sentidos. Una sensación invadió todo mi cuerpo como si mi espíritu quisiera desprenderse en un viaje astral, separando lo consciente de lo sensible, o tal vez, a la inversa, el inconsciente se apoderó de mí. No lo sé... Me es difícil explicarlo.
En un instante sentí como toda mi persona intentaba trasladarse a otra dimensión, donde todo en torno a uno se hace nebuloso. Todo en derredor se torna lejano y comienzas a desconectarte. De inmediato el mundo se vuelve gris y el sentido de la vista empieza a perder eficacia hasta que todo es negro, pero de un negro azabache que es difícil imaginar. Sabes que estás ahí, pero a su vez no estás.
…Ya no intentas nada, ...ya no sientes nada; el tacto y todas las sensaciones corporales desaparecen poco a poco, a pesar de que el cerebro cree sostener la conexión. El sentido de la orientación, el intentar mantenerse erguido ya son posibilidades que se desvanecen lentamente, pero aún eres consciente de ello… El último en desconectarse es el sentido del oído, es como si lentamente bajaras el volumen y todo alrededor es silencio… absoluto, un silencio atroz.
El tiempo, dimensión infinita, latente, inalcanzable, parece que en ese estado, tal como Albert Einstein lo afirmara, se estira… se estira, se hace eterno y en menos de una décima de segundo pareces haber viajado una eternidad al umbral de un mundo irreal, de figuras sin formas… de sonidos inauditos; un instante que dura siglos, un silencio que se hace eterno, una oscuridad insondable y de repente… “La Luz”. Es como si abrieras los ojos a un mundo extraño, desconocido pero del que sientes que no eres ajeno. Te sientes atrapado en un lienzo, una pintura, como si toda tu existencia hubiera viajado a través del pincel y eres parte de una obra de Leonardo Da Vinci: “La última Cena”…
Ese es el escenario donde te encuentras ahora: Una mesa de blanco mantel y sus comensales congelados en el tiempo... Miles de miradas clavadas en tu rostro. Intentas adivinar en su expresión sonrisas leves, que poco a poco se tornan en perfiles sin formas, con gestos incomprensibles y sus ojos mirándote sólo a ti; pero no escuchas nada… solo ves sus semblantes y te sientes impotente intentando descifrar sus fisonomías que mueven sus labios, pero el silencio sigue ahí.
Te sientes el centro del mundo, de un mundo que gira a tu alrededor y no alcanzas a comprender, y ante todo ese escenario que te abruma… bajas la mirada y estiras el cuello, como si quisieras encontrarle fondo a un precipicio que no tiene fin, y entonces ahí está: Es un punto blanco, un blanco puro, inmaculado y celestial.
Tu instinto lucha para encontrarle sentido a todo eso y las preguntas invaden tu mente.
Tu consciente entabla un debate interno en las profundidades de tu ser contra ese estado de inconsciencia y tratas de entender ¿Dónde estoy?, ¿Qué paso? …Y el volumen estalla en torno a ti y tus ojos se hacen cada vez más grandes hasta querer salirse de sus órbitas. 
Y así como sientes que te has ido: ¡Regresas...! Regresar y darte cuenta que has metido la nariz en el plato de puré y tu mujer que te dice con voz ronca: — “Te estás durmiendo tarado…” 
(Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.) De “Mis cuentos sin sentido

Osvaldo A. Cuello Videla - 2015