Cómo ser realmente feliz (Sólo para entendidos)

Es difícil ser feliz, porque para cambiar nuestra vida debemos cambiar nuestra forma de pensar. Lo más difícil es qué cambiar y para qué.
Siempre me pregunté si el cerebro responde a la mente o la domina. Para eso primero debemos definir qué es la mente, cosa que para mi es ajena a nosotros mismos, pero a su vez constituye lo que pensamos que somos, de manera tal que cambiar nos resulta difícil dado el profundo conflicto interno que eso significa.
Y es allí donde radican muchas veces las dificultades para regenerar al descarriado, porque la mente no es dominio sino de sí misma y sólo puede ser modificada a instancias del propio ser que la posee y no de las influencias del entorno.
A diferencia de los animales, sólo un breve período de nuestra existencia es instintiva, en tanto la mayor parte de nuestra vida elaboramos pensamientos, que se reducen a descripciones o evaluaciones de lo que sucede, predicciones acerca del futuro y recuerdos o explicaciones del pasado. Su contenido puede ser neutral, optimista o pesimista, sin que dependa de nosotros determinar ese valor, sino de “nuestra mente”, una cosa que algunos llaman estados de ánimo. De igual modo, dedicamos una corta parte de nuestra existencia a elaborar ideas.
La “mente” es esa parte que está en cada uno de nosotros, encargada de generar ese tipo de contenidos y una de sus peores fallas consiste en creer con más frecuencia de lo que se duda acerca de lo que “la mente piensas que es verdad”, permitiéndose vacilar, cuando está convencida de algo, en casi muy pocas ocasiones. De ahí que cuando una persona queda enganchada en una creencia pierde su libertad de pensamiento y cuando se vuelve dogmático cree que su doctrina es la única verdad y que todas las demás son herejías.
De esa visión estrecha acerca de la vida siempre surgen conflictos que dominan nuestra existencia y es un gran impedimento para mejorar, ya que cierra las puertas que conducen a la verdad.
Sobre ésta última, cuenta una leyenda que un monje preguntó al maestro:
- He estudiado el Nirvana Sutra durante muchos años pero hay pasajes que no entiendo, ¿podrías explicarme algunas cosas?
 - Lo siento – dijo el maestro- no sé leer, si lo lees para mi te ayudaré a entenderlo.
- Si ni siquiera puedes entender las palabras ¿cómo puedes comprender la verdad detrás de ellas? -replicó el monje-
- La verdad no tiene nada que ver con las palabras –dijo el maestro- La verdad puede compararse a la Luna y las palabras a un dedo. Puedo usar mi dedo para señalar la Luna, pero el dedo no es la Luna. Para ver la Luna es necesario mirar más allá del dedo. -sentenció-.
De modo tal que los pensamientos que elabora nuestra mente están constituidos por el lenguaje y las palabras, que no son más que símbolos para señalar la verdad. Pero confundir los pensamientos con la verdad es tan ridículo como confundir el dedo con la Luna.
Por eso es que nos permitimos dudar de la existencia de Dios porque nuestra mente solo comprende aquello que se puede explicar con el lenguaje, lo que muchas veces es ajeno a nuestro espíritu cuya razón es superior a los límites de nosotros mismos. Del mismo modo creemos que es verdad aquello que nuestra mente nos indica y somos incapaces de dudar de lo que ella cree. (Sólo vemos el dedo).
La mayoría de la gente tiene un concepto propio acerca de la felicidad, siempre más cercano a las cosas materiales y el reconocimiento que a la verdad respecto de la vida. Dice una vieja canción: “Young man says you are what you eat - eat well”, “Old man says you are what you wear - wear well” (El joven dice eres lo que comes, come bien. El viejo dice eres lo que vistes, viste bien).

Sólo siendo capaces de reconocer la verdad acerca de la vida podremos ser libres y eso nos conducirá a la felicidad. Contradictoriamente para conocer la verdad hay que dudar de lo que se cree, para lo cual hay que cambiar la forma de pensar y dominar nuestra mente orientándola hacia un fin superior, más allá de los placeres y las cosas.

Osvaldo A. Cuello Videla - 2015